Parece que han pasado tan solo unos días y sin darnos cuenta ya hemos pasado nuestro primer año en Secundaria. Al principio estábamos llenos de emociones. Nuestra cabeza y nuestro corazón parecían un volcán repletos de alegrías, incertidumbres, angustias, risas, dudas, … ¿Nos separarían en dos grupos?, ¿me tocaría con mi amigo o amiga favoritos?, ¿nos gustarían los profesores y profesoras nuevos? ¿sería tan duro como contaban los mayores?. Todas esta preguntas dando vueltas en nuestras cabezas no nos permitían dormir el día antes de comenzar el curso.
Con el paso de los días y semanas las piezas fueron encajando, a pesar de la magnitud de las trasformaciones. La convivencia con las compañeras y compañeros y con los profesores nos fue enriqueciendo y nos fue ampliando la mirada. En clase, con la naturalidad de las cosas cotidianas, teníamos compañeras y compañeros llegados de otras latitudes y con recuerdos muy distintos. Esa cercanía a otras vidas, otras culturas, otras tradiciones, otros acentos y hasta otras lenguas nos enriquecieron con unas experiencias impagables.
Primero es tan contradictorio y tan lleno de experiencias distintas que con el paso del tiempo termina siendo un lugar lejano donde nos costará reconocernos. Sin embargo, mucho de lo que seremos en la vida adulta se habrá ido forjando en estos meses de aprendizaje, sin darnos cuenta. A veces se necesita perspectiva para valorar el cuadro completo.