Lo cierto es que vivimos en un mundo de estrés, donde las nuevas tecnologías nos invaden y sin darnos cuenta les dedicamos más tiempo del debido, esto supone quitárselo a cosas más importantes. Si a esto le sumamos que hoy en día la mayoría de jornadas laborales tienen unos horarios incompatibles con la famosa conciliación familiar… el resultado es que después de trabajar, al llegar a casa, en muchas ocasiones, nos sumergimos en el mundo tecnológico, bien sea chateando con el móvil, usando la tablet, viendo una red social, una
serie,… y sin darnos cuenta el día habrá acabado y no habremos dedicado el tiempo necesario o por lo menos “tiempo de calidad” a nuestros seres queridos, en especial a nuestros pequeños.
Vengo a decir esto porque cada vez es más raro encontrar a niños que disfruten con la lectura pero es evidente que es muy difícil que nuestros pequeños se acerquen a un libro si no ven a alguien disfrutar leyendo. Tienden a imitar a los adultos y en este caso como padres o educadores somos un ejemplo a imitar. Si nos ven reír delante de la televisión, inmediatamente prestarán atención a la pantalla: entenderán que ese objeto puede producir
experiencias divertidas, pues lo mismo sucederá con un libro, un cómic o una revista.
¿Dónde quedaron aquellas noches en las que justo antes de dormir mamá o papá se acurrucaba con nosotros y nos leía un cuento o simplemente se lo inventaba? ¿Dónde? Bien es cierto que hay quien sigue con esta u otra bonita costumbre pero cada vez son menos puesto que al final del día, después del estrés al que estamos sometidos y a la vida acelerada que llevamos nos supone un esfuerzo demasiado grande.
Con esto vengo a decir que no podemos reprochar a nuestros jóvenes que no lean ni se interesen por la lectura porque en la mayoría de ocasiones no tienen ningún refrente y es una pena que se pierdan viajes tan bonitos puesto que no hay forma mas barata y fantástica de viajar que leyendo.
Leer es soñar con los ojos abiertos.