Ahí estaba, a lo lejos, y no sola, estaba acompañada de cuyo ser tenía cuatro hermosas patas.
Ambos iban en contra del viento cabalgando, como si no hubiera mañana.
La melena de la jinete fluía alocadamente por el aire. La montura vaquera, le daba un toque rústico al caballo.
Este parecía de raza pía, con sus enormes manchas por todo su cuerpo, incluso su crin y cola tenían un degradado precioso.
Fijándome más detalladamente, es su cabezada, se encontraba un filete de clase alta… Me preguntaba, por qué no era vaquero, pero el caballo se le veía tan bien que me desvié del tema en absoluto.
Que agradable es el estar con ese gran y hermoso animal. Sintiendo su cuerpo, galopar y notar el fresco aire, el ruido de las pezuñas al rozar con el suelo… Ese bello paisaje por encima de las orejas de este.
Es todo tan diferente, tan bonito… Tan mágico…
Este gran galán, el caballo.
Lydia L. 3ºESO