La «cridà»

crida

Este domingo 23 de Febrero, fue la cridà, y puesto que soy valenciana y he sido fallera desde que nací, decidí ir a verla por primera vez, ya que nunca la había podido ver porque que era muy pequeña cuando era fallera.

Recuerdo las torres de Serranos bañadas de todos los colores posibles, con bengalas, fuegos artificiales, y un montón de luces. Aunque no tuve la suerte de ver el espectáculo muy bien, ya que llegamos tarde y no pudimos coger un buen sitio para verlo, recuerdo que no podía ver por encima de las cabezas de la gente porque todo el mundo estaba con las manos en alto, grabando con los móviles. Yo entendía que pudiesen hacer eso porque no veían bien, pero sorprendentemente, cuando empezó el castillo, mis amigas y yo estábamos en primera fila, ya que por casualidad, nos habíamos colocado en el borde del puente, justo en el lado donde estaba el castillo puesto. Recuerdo las lágrimas cayendo por mis mejillas de la emoción, las piernas temblándome y el corazón latiéndome tan fuerte que, a pesar del tronar de los fuegos, seguía sintiéndolo en mi pecho, como si él también quisiera salir a verlo. Pero lo que más recuerdo es a toda la gente de mi alrededor, incluso mis propias amigas con el móvil, grabándolo, haciendo fotos, que si para facebook, que si para twitter, que si para instagram… Parecía que yo era la única que no lo estaba grabando y enseguida me pregunté si de verdad era necesario que toda aquella gente estuviese grabando exactamente lo mismo, en vez de verlo con sus propios ojos, por no decir que estoy segura de que nadie se sienta en el sofá de su casa, y se pone a ver el castillo cada día. Entonces, ¿si nunca volvemos a ver ese vídeo, por qué lo grabamos? Podréis decir lo que queráis, pero no es lo mismo ver la vida a través de la pantallita de una cámara o de un móvil que desde tus propios ojos. Os juro que eso no se me olvidará en la vida, lo viví con tanta emoción que eso bastará para grabarlo en mi memoria hasta que la pierda pero vosotros, vosotros sólo tendréis un vídeo que no volveréis a ver, y habréis perdido esa oportunidad, y es que tenemos tanto miedo a que el tiempo pase, que queremos «inmortalizar» cada momento, así que nos obsesionamos en grabar o fotografiar la vida y no en vivirla. Lástima que poca gente se de cuenta, o tal vez nos demos cuenta y prefiramos ignorarlo.

Iris 4º ESO.

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